Embarazo de adolescentes y pobreza

POR EDDY PEREYRA ARIZA

Cuando Toni Peña Guaba, en un acto realizado en mi pueblo de San Cristóbal, entregó canastillas a mujeres embarazadas predominantemente adolescentes de menos de 19 años de edad, percibí que por el aspecto de las beneficiadas, como su forma de vestir, peinado y sus labios secos, procedían de sectores pobres y vulnerables de esa población.

La delicadeza del lenguaje con que Peña Guaba se dirigía a ese público de niñas y adolescentes embarazadas, estaba compuesta de una clara orientación junto a la decisión de asumir la realidad social y protegerlas en su calamitoso trayecto.

Peña Guaba, quien es coordinador del Gabinete Social, explicó que el embarazo de las adolescentes, refleja un problema complejo el cual requiere un enfoque integral para su abordaje, incluyendo políticas de salud, educación, cultura y desarrollo social.

Con dolor y una especie de satisfacción que abrazaba sus ojos aguados, tras hacer entrega de las canastillas y otros apoyos a las tiernas mujeres, este político, quien desveló el progreso social alcanzado y su alto interés en seguir adelante, posiblemente lleve en su piel la sensibilidad humana de su padre, el fenecido demócrata y líder de masas, doctor José Francisco Peña Gómez.

Programas

Supimos que la cabeza del Gabinete Social junto con otras entidades, ha implementado varios programas para reducir el embarazo adolescente, incluyendo la promoción de la educación sexual en las escuelas, el acceso a métodos anticonceptivos, y campañas de orientación.

República Dominicana tiene una de las tasas de embarazo adolescente más altas de la región. Datos recientes indican que cerca del 22% de los nacimientos en en el país corresponden a madres adolescentes, es decir, jóvenes menores de 19 años, registrándose casos de menores de 15 años.

Pero el embarazo de adolescentes no solo es una consecuencia de la pobreza, sino que también influye en su prolongación. La maestra Fátima Jiménez argumenta, que “las adolescentes que quedan embarazadas tienen menos probabilidades de completar su educación, lo que a su vez reduce sus oportunidades de obtener empleos o generar emprendimientos”,

Esta narrativa es para destacar que el embarazo adolescente y la pobreza están vinculados dentro de un contexto de sectores y familias con bajos ingresos y en donde las jóvenes tienen menos posibilidades de llegar a obtener educación, orientación sexual y atención médica.

Increíblemente el embarazo de adolescentes en nuestros barrios tiene aceptación social, es asumido como algo prácticamente normal, casi común, convirtiéndose en cultura como una característica más de las zonas empobrecidas.

Hay que empoderar a las adolescentes con información precisa, para tomar decisiones informadas sobre su salud sexual y reproductiva. Si realizamos un análisis del problema con el concepto de marcador de vulnerabilidad, podemos medir el porcentaje de la mujer joven que se encuentra en riesgo de exclusión social, combinando elementos de ingreso, consumo, cultura y empleo.

Retomar la colaboración intersectorial entre instituciones de salud, educación y organizaciones sociales, es clave para crear un entorno de apoyo que reduzca la incidencia del embarazo adolescente.

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