Escrito por la maestra Lynn Marcelle
Estamos en el mes de la patria, que comienza precisamente después del día en que celebramos el natalicio de Juan Pablo Duarte, y por primera vez en muchos años experimenté una sensación neutral con respecto a mi patriotismo, ya que anteriormente lo defendía con hincapié.
Una parte de mí se siente sumamente orgullosa de ser dominicana, de hablar español, de estar en el Caribe, del calor de mi tierra, de las hermosas creaciones naturales que Dios ha pintado en esta nación, de la gente buena y trabajadora que aún sigue de pie.
Pero otra parte de mí se siente decepcionada de tanta corrupción, de tantos engaños y maltratos al pueblo, de la gente que se va en rojo en los semáforos, de los que se cuelan en las filas, del mal servicio al cliente en las instituciones del Estado, de la pésima calidad alimenticia y de salud, de la delincuencia y de las calles repletas de basura, de la gente que no tiene miedo a matar y robar, pero también de la gente que tiene maldad en su corazón, de las cuñas que hay para poder escalar en cualquier puesto, y de sobrevivir, del miedo que no se quita al manejar porque no sabes en qué momento de la nada saldrá un desquiciado que te choque o un Digesett que te multe injustamente.
Es lamentable ver a tantos estudiantes que no saben de su patria porque no tienen identidad, copiando y reproduciendo una mala práctica de cada nación del “primer mundo” porque claro, es más “trendy”, hablar inglés que español, y es más “cool” hablar “espanglish” que ser neutral. Me llena de pena pensar en esa parte de la población que no respeta ni medita en las letras de su himno nacional, pero espera que este sea un país mejor.
Al final del día estamos divididos en una cantidad enorme de personas que le hacen demasiado mal a la nación, y en otra gran cantidad que no hace nada más que existir. Estos segundos para mí son los peores, ya que tienen la oportunidad de hacer algo pero sinceramente no hacen nada.
Por esta razón, ser dominicano muchas veces es difícil, porque sientes que luchas por un país ideal que nunca será, y por intentar educar y concientizar a ciudadanos que están cómodos en la ignorancia y en la mediocridad. Ser dominicano muchas veces es una bendición, porque nadie es como los dominicanos; en el mejor de los sentidos… y en el peor también. Porque hemos hecho cambios en la historia, pero definitivamente podemos seguir habiendo más.
Solo me resta decir que aún no podemos cantar el himno con libertad porque faltan muchas cadenas por romper, que a nuestro canto le falta más emoción, que nos falta ser más intrépidos y fuertes para lanzarnos a la guerra, que falta la llama en nuestro pecho, y que nuestros héroes nacionales sean un verdadero ejemplo, y no una linda historia para seguir contando cada febrero y que sea olvidada después del carnaval…
Lynn Marcelle es licenciada en Lengua y Literatura, maestra de secundaria. creadora del blog Cristiano “A corazón abierto”.