Escrito por la maestra Lynn Marcelle
Nunca antes como ahora la mayoría de la población ha confundido lo que es la libertad de expresión, y la ha llevado a un punto en donde emitir una opinión se ha convertido en un acto desenfrenado, poca empatía y falta de sentido común.
Basta con entrar a cualquier tipo de red social que tenga habilitada la opción de comentarios, para darnos cuenta de las múltiples opiniones que llueven en una publicación. Incluso en aquellas publicaciones que no están requiriendo una opinión, sugerencia o generando controversias.
Me he sentado a leer comentarios de cosas tan triviales como un video de preparar una receta, de algún tip de salud, o sugerencia de un lugar turístico y no terminas de leer bien el primer comentario y ya debajo te encuentras con cientos de opiniones que no filtran las informaciones y que en gran medidas son negativas.
Sin duda, esto es un indicio de que estamos extremadamente mal; cuando lo que sale de nuestra corazón (y en este caso lo escriben nuestras manos) es altamente ofensivo, nocivo y egoísta.
Nos hemos escudado detrás del derecho de “la libertad de expresión” para decir cuantas cosas se nos venga en gana, sin primero evaluar o sopesar las consecuencias de nuestras palabras. En el peor de los casos, hablamos de lo que no sabemos, de lo que no hemos visto, y solo de un lado de la moneda.
Exigimos tanta libertad para dar opiniones que ahora somos esclavos de ella. El suponer, el imaginar, el intuir, el creer, se han tomado como razones buenas y válidas para externar informaciones poco verídicas y muchas veces extremadamente falsas.
Por esta razón, creo que en estos tiempos lo que sí es un verdadero acto de libertad es refrenar nuestra lengua, como ya lo dijo el sabio Salomón en sus proverbios.
No todo se dice, no todo se comparte, no de todo opinamos. Ir contracultural es saber que si las palabras no son más sabias que el silencio pues es mejor no pronunciarlas nunca.
Lo peor de todo esto es que nos escondemos detrás de las redes sociales para sabotear a muchos, pero no conformes con eso reproducimos los mismos comentarios insustanciales a través de nuestras oralidad. Entonces, vamos por la vida abriendo la boca sin primero agotar el escaso proceso de pensar. Porque bien lo dijo un gran filósofo: “Pienso y luego existo”…
Lynn Marcelle es licenciada en Lengua y Literatura, maestra de secundaria. creadora del blog Cristiano “A corazón abierto”.