El país africano ofreció enviar fuerzas a Haití, donde se descontrola la crisis de seguridad. Pero existe desconfianza en las fuerzas kenianas por su historial de abusos y corrupción.
Todos los días, Vélina Élysée Charlier conduce su automóvil y pasa por barrios bloqueados con barricadas y, según dijo, con frecuencia halla cuerpos sin vida en las calles. Son el saldo de los constantes ajustes de cuentas entre pandillas y grupos justicieros en la capital de Haití.
Jamás sale de su casa después de que anochece por temor a que la asesinen o secuestren. Una noche, cuando a su hija de 8 años le dio apendicitis, la familia esperó hasta la mañana siguiente para buscar atención médica, dijo Charlier, pues de ninguna manera iban a conducir hasta un hospital a esas horas.
“Estos días, Puerto Príncipe parece una zona infernal”, comentó Charlier, de 42 años, una destacada activista anticorrupción de la ciudad y madre de cuatro hijos que vive cerca de una colina en la capital.
Pero las condiciones de seguridad en Haití se salen cada vez más de control —lo cual es evidente en el creciente número de asesinatos en las inmediaciones de Puerto Príncipe— y a medida que varias pandillas armadas intentan reprimir un movimiento justiciero iniciado por los ciudadanos, muchas personas en el país han comenzado a criticar el plan porque consideran que es insuficiente y tardío. Las críticas resaltan preocupaciones arraigadas en Haití respecto a las intervenciones extranjeras, así como la falta de confianza en las fuerzas de seguridad kenianas por su historial de abusos de derechos humanos y corrupción.
Charlier dijo que no cree que el grupo dirigido por los kenianos tenga suficientes integrantes como para lograr avances contra las pandillas, que se cree que controlan alrededor del 80 por ciento de la capital. El plan contempla enviar a 1000 agentes de policía kenianos y varios cientos de oficiales o soldados de países caribeños.
“Para combatir a las pandillas tendrán que ir a los barrios pobres y a los cerros, que son territorios que deben conocer muy bien”, explicó Charlier. Indicó que, en vez de invertir dinero en fuerzas extranjeras, sería mejor fortalecer a la policía de Haití que se ha visto afectada.
Antes de que los soldados kenianos siquiera obtengan por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la autorización necesaria para emprender la misión, la magnitud de la crisis en Haití ya genera dudas sobre lo que pueden lograr los kenianos.
El plan de un agrupamiento de menos de 1500 soldados hay que compararlo al aplicado en 1994, cuando intervino una fuerza liderada por Estados Unidos e integrada por 21.000 soldados, y otra más, enviada por Brasil aproximadamente una década más tarde, que llegó a estar conformada por hasta 13.000 soldados.
Hasta el momento, Estados Unidos y Brasil, los dos países más grandes del continente americano, se rehúsan a que sus fuerzas participen en una intervención. Esa cautela refleja las dudas que causa enviar un número considerable de soldados dos años después del retiro de Estados Unidos de Afganistán y la fatiga de muchos gobiernos del hemisferio ante las crisis casi perpetuas en Haití, en especial después de que el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021 creó un vacío de poder en esa nación, ya de por sí volátil.
Las escenas de violencia anárquica tienen a muchos habitantes de Puerto Príncipe en vilo. A fines de agosto, algunos pandilleros abrieron fuego contra manifestantes organizados por el dirigente de una iglesia evangélica y causaron la muerte de por lo menos siete personas; a principios de este mismo mes, los integrantes de las bandas quemaron vivas a siete personas de la misma familia, al parecer en represalia porque un pariente apoyaba un movimiento de autodefensa ciudadana.
Durante los estallidos más recientes de violencia en el verano, Estados Unidos instó a sus ciudadanos en repetidas ocasiones para que salieran de Haití lo más pronto posible. Entre abril y junio, por lo menos 238 sospechosos de pertenecer a pandillas, incluidos algunos captados cuando estaban en custodia policiaca, fueron asesinados en linchamientos, según Naciones Unidas. Algunos fueron apedreados, mutilados o quemados vivo
Aunque el estallido de la justicia popular hizo que los secuestros y asesinatos cometidos por las bandas disminuyeran temporalmente, su resurgimiento en las últimas semanas ha originado una nueva fase de disturbios. Casi 200.000 personas están desplazadas en todo el país, según la Organización Internacional para las Migraciones; la mayor concentración de estos refugiados internos se encuentra en Puerto Príncipe, donde miles de personas permanecen en albergues.
Esther Pierre, de 33 años, vendía comida en las calles de su barrio, Savane Pistache, antes de huir de su casa a mediados de agosto. Desde entonces, ella y sus dos hijos viven en un campamento para personas desplazadas ubicado en un gimnasio de Puerto Príncipe.
“Vi que llegaban hombres armados a nuestro barrio”, cuenta Pierre. “Los que querían luchar contra ellos eran violados, asesinados, quemados”.
El gobierno de Joe Biden apoya el plan keniano. Las conversaciones en torno a la propuesta de Kenia para enviar una fuerza policiaca multinacional a Haití arrancaron hace unos dos años, pero apenas comenzaron a concretarse este 2023, según informó el ministro de Asuntos Exteriores de Kenia, Alfred Mutua.
Este año, tanto Estados Unidos como Bahamas le preguntaron a la nación del este de África si consideraría liderar un grupo operativo para ayudar a restablecer el orden. El primer ministro de Haití, Ariel Henry, le reiteró una solicitud similar al presidente de Kenia en una reunión independiente sostenida durante la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial en París en junio.
Otra motivación para Kenia fue inspirar la unidad panafricana y mostrar solidaridad con el pueblo de Haití, donde las personas esclavizadas organizaron la revolución para liberarse de los franceses, señaló Mutua.
Si bien todavía falta concretar detalles específicos de la operación, el ministro Mutua indicó que prevé que la policía de Kenia entrene a sus homólogos haitianos, patrulle con ellos y proteja “instalaciones clave”. Afirmó que espera que los oficiales kenianos lleguen a Haití para fines de año.
“No está en duda que vayamos a Haití: sin duda, vamos a ir”, declaró Mutua en una entrevista. “Estamos convencidos”.
Desde hace tiempo, las fuerzas de seguridad de Kenia han participado en despliegues militares en el extranjero; han prestado servicios en países como Líbano, Sierra Leona y Sudán del Sur. Kenia tiene 445 miembros de su personal en misiones de paz de Naciones Unidas, según datos de la ONU. Algunos soldados kenianos también participaron en otra misión de paz de la Unión Africana en Somalia y en un nuevo grupo operativo regional que fue desplegado en la volátil región del este de la República Democrática del Congo.
Pero, tanto en el interior del país africano como en el extranjero, las fuerzas de seguridad de Kenia están bajo escrutinio por sus acciones.
En Somalia, se ha acusado al ejército de Kenia, aliado clave de Naciones Unidas en la lucha contra el extremismo islámico, de facilitar y aprovechar exportaciones ilícitas de carbón de leña y azúcar.
Los agentes de la ley kenianos también han sido condenados por grupos defensores de derechos que los acusan de utilizar fuerza excesiva, cometer asesinatos extrajudiciales y realizar detenciones arbitrarias. Estas acciones se constataron durante la pandemia, cuando se acusó a su fuerza policiaca de matar a decenas de personas para hacer cumplir los confinamientos. La policía de Kenia también asesinó por lo menos a 30 personas que participaban en manifestaciones contra el gobierno este año, según Amnistía Internacional.
En vista de este historial, tanto activistas como grupos defensores de los derechos humanos en Kenia y otros países han criticado la decisión de enviar a la policía de ese país a Haití. Muchos han expresado sus preocupaciones al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, así como al gobierno de Estados Unidos y otros más, y los han instado a dejar de apoyar el plan.
“La policía keniana va a exportar su brutalidad a Haití”, afirmó Otsieno Namwaya, director para África Oriental de Human Rights Watch.
Mutua, el ministro de Asuntos Exteriores de Kenia, calificó esas preocupaciones como “palabrería” y dijo que confiaba en que las fuerzas kenianas ayudarían a lograr la estabilidad en Haití.
“Hay una razón por la que Estados Unidos, Canadá, todas las naciones caribeñas, y muchas naciones del mundo le están pidiendo a Kenia que asuma el liderazgo”, dijo. “Es porque confían en la profesionalidad de la policía keniana”.
Algunas autoridades estadounidenses afirman que su principal interés es no repetir los mismos errores cometidos en misiones previas de estabilización en Haití. La gestión de Biden no quiere que la fuerza multinacional participe en enfrentamientos constantes con las pandillas, sino que garantice que se pueda enviar ayuda humanitaria con seguridad a la nación, según comentaron dos funcionarios estadounidenses enterados del asunto, pero que no están autorizados para hacer declaraciones públicas.
De cualquier manera, muchos haitianos hacen eco de las preocupaciones de los grupos kenianos defensores de derechos y resaltan las intervenciones recientes como prueba del daño que le causan al país. La confianza en Naciones Unidas se fue a pique en Haití después de que ciertas investigaciones demostraron que la falta de aseo de las fuerzas de paz de ese organismo, enviadas a Haití tras el terremoto de 2010, causó uno de los brotes más mortíferos de cólera en la era moderna, con un saldo de por lo menos 10.000 personas fallecidas.
Gédéon Jean, director ejecutivo del Centro de Análisis e Investigación de Derechos Humanos, una organización independiente de Haití, recalcó que la misión de paz de Naciones Unidas, que concluyó en 2017, llegó a gastar cientos de millones de dólares al año en sus operaciones.
Jean se lamentó de que, al partir, “dejó una fuerza policiaca que ni siquiera contaba con un helicóptero o buen equipo antibalas”.
Foote añadió que, aunque “en teoría” se oponía a una intervención debido a los errores cometidos en el pasado en este tipo de misiones, creía que Estados Unidos tenía la responsabilidad de ayudar a Haití y orientar a los haitianos sobre cómo podría funcionar una intervención de este tipo.
“Estados Unidos debería dirigir una misión de mantenimiento de la paz”, afirmó Foote. “No necesitan enviar 10.000 soldados. Deben mandar tipos de las Fuerzas Especiales que bajen y descubran cómo abrir las vías y perseguir a las bandas”.
Reportando desde Ciudad de México, Puerto Príncipe y Nairobi, Kenia