Escrito por la maestra Lynn Marcelle
Cuando era pequeña tenía un concepto muy errado de lo que era la felicidad, tal vez para mí eran las riquezas, los logros, las posiciones, los cargos y lo que yo sería en la vida.
Cuando te das cuenta que no hay método efectivo para alcanzar todas esas cosas, empiezas a madurar y a aceptar lo que viene con gratitud, y si logras alcanzar una de ellas, en definitiva te das cuenta que ahí no estaba la felicidad. Porque al final del día lo que alcanzamos sólo abre nuestra sed para seguir alcanzando otras cosas más.
Esto hace que nos adentremos en un estilo de vida donde vivir no es precisamente lo prioridad, porque lo que sí importa es qué tanto y en qué tiempo lo puedo alcanzar. Quería lograr y alcanzar muchas cosas, tenía muchas metas personales a una corta edad y otras que me llevarían a adquirir todo lo que quería. Pero no fue así, no siempre las cosas salen como queremos.
Entonces me fui enamorando de lo simple, de lo minimalista, de los detalles, de los pequeños regalos de la vida, de la brisa y de aquello que era dado gratuitamente sin yo merecerlo o pagarlo. Estoy segura que no hay un sensación que supera la de sentirse afortunado por aquello que nadie ve pero que tú sabes que todos tenemos el privilegio de experimentar.
Todos vamos a un ritmo distinto, todos alcanzaremos nuestras metas en el momento que se deban alcanzar. Aún con fracasos y caídas, aún con dudas y decepciones, porque al final del día eso es parte de vivir.
¡Qué en este trayecto nos enamoremos del proceso!
Lynn Marcelle es licenciada en Lengua y Literatura, maestra de secundaria. creadora del blog Cristiano “A corazón abierto”.
