Lula venció a Bolsonaro en Brasil. Ahora viene lo difícil

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En la primera década del siglo, Luiz Inácio Lula da Silva lideró una de las presidencias más populares de América Latina. Su segundo intento parece mucho más desafiante

Maria Magdalena Arrellaga para The New York Times

Luiz Inácio Lula da Silva antes del último debate presidencial antes de la segunda vuelta electoral el mes pasado en Río de Janeiro.

Jack Nicas y 

BRASILIA — Las gorras de béisbol, rojas con letras de molde blancas, pretendían transmitir un mensaje inconfundible: “Que vuelva el Brasil de 2002”.

Ese fue el primer año en que Brasil eligió como presidente al líder izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.

En ese primer periodo, de 2003 a 2010, presidió quizás el mejor momento de Brasil, al aprovechar el auge de las materias primas y el descubrimiento de petróleo para sacar a 20 millones de personas de la pobreza extrema y situar a Brasil en la escena mundial.

Ahora, Lula está de vuelta, listo para tomar las riendas del mayor país de América Latina el 1 de enero, precisamente 20 años después del inicio de su primer gobierno.

Pero la nostalgia por la primera administración de Lula puede que rápidamente reciba un baño de realidad.

En su segunda gestión enfrentará un país que ha cambiado drásticamente. Lula hereda una economía con menos espacio para el crecimiento, una presidencia con menos fuerza y un país polarizado y obsesionado con internet, donde una parte considerable del público lo ve como un criminal que robó las elecciones.

“Políticamente hablando, tiene mucho menos poder que el que tenía, y se enfrenta a un reto mucho más difícil económicamente”, dijo el economista Alexandre Schwartsman, quien fue director del banco central de Brasil durante el primer gobierno de Lula.

Partidarios de Lula celebrando su elección el mes pasado en Río de Janeiro.

Los diversos desafíos indican que la luna de miel podría ser corta para Lula después de derrotar al presidente Jair Bolsonaro el mes pasado e impedir que el líder de extrema derecha gobierne un segundo mandato. Aunque Lula vuelve al cargo con mucha más experiencia, nunca se ha enfrentado a muchos de los obstáculos que le esperan.

En su primera gestión, el voraz apetito de China por la soya, el mineral de hierro, el petróleo y la carne de Brasil ayudó a impulsar una racha de rápido crecimiento que convirtió a Brasil en la sexta economía del mundo en 2012; era la decimocuarta cuando Lula comenzó su mandato. Ese ascenso le ayudó a reinventar el país con una clase media ampliada, inversiones en infraestructuras y candidaturas exitosas a los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol.

Pero ahora, Brasil lleva años de crecimiento vacilante, y China y la economía mundial están más débiles. Lula dedicó gran parte de su campaña a la promesa de conseguir que los brasileños comieran tres veces al día, y ha dejado claro que la principal prioridad de su nuevo gobierno es dirigir más ayuda a los pobres.

Sin embargo, el manejo de las finanzas del país será una de sus mayores pruebas. Durante su último mandato, Lula amplió el gasto público gracias a los beneficios económicos inesperados que estuvieron a su favor. Ahora no es así y parece que el mercado está preocupado por sus planes.

En sus declaraciones públicas de la semana pasada sobre su impulso para aumentar el límite de gasto federal, dijo: “¿Por qué los mismos que discuten seriamente el límite de gasto no discuten las cuestiones sociales del país? ¿Por qué los pobres no forman parte de la discusión macroeconómica?”. La reacción de los inversores no se hizo esperar. La bolsa de São Paulo cayó un 3,3 por ciento, su peor día del año.

Lula quiere incrementar el límite de gasto para financiar un aumento del salario mínimo y una ampliación del programa de bienestar social de Brasil. Quiere mantener los aproximadamente 115 dólares mensuales que Bolsonaro comenzó a otorgar a las familias de bajos ingresos antes de las elecciones, y quiere añadir 30 dólares adicionales al mes por cada niño de esas familias.

Esto costará más de 13.000 millones de dólares en 2023, aunque el presupuesto de Brasil no tiene espacio para gastos adicionales.

 

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