¿Por qué hablar de la juventud de hoy?

Escrito por la maestra Lynn Marcelle

Me preocupan los jóvenes, y siempre será el tema base de mis consejos y estudios porque yo sé lo que es tener entre doce y quince años y no recibir las palabras o el consejo adecuado para la etapa que estás viviendo, mientras que todos en cada área pretenden que tu vida sea perfecta por el simple hecho de que no tienes responsabilidades ni gastos, como sí los tendría un adulto común.

Sin embargo, cada persona que nos rodea se centra en obligarnos a pensar y actuar como adultos, pero sin los beneficios que esto involucra. Es cuestión de «debes comportarte de manera adecuada porque es lo correcto y punto», «debes ahorrar y no comprar todas esas cosas innecesarias y punto», «debes responsabilizarte de tus acciones y punto», pero lo interesante de todo esto es que a estas acciones de adulto pareciera que se le oponen las siguientes frases: «no irás a ese lugar porque yo lo digo y punto», «harás lo que yo diga porque soy el adulto y punto» y si nos vamos al ámbito religioso, ni hablar de todas las responsabilidades que se les demanda a los jóvenes. Empezando por sus mismos padres, que profesan una fe hueca e imponen reglas que ellos están muy lejos de seguir.

Con esto no digo que un joven debe rebelarse contra sus padres, con esto quiero que muchos jóvenes entiendan que sí son muy incomprendidos a su edad, que la mayoría de las decisiones que toman por ellos muchas veces les juegan tan mal que los persiguen el resto de sus vidas. Que a veces lamentablemente no tendremos los padres soñados ni los líderes ideales, que a veces ellos serán los que más exigen y los que menos practicarán lo que dicen. Pero esto no quiere decir que debo encerrarme en una burbuja constante en donde me lastime tanto que mi adolescencia o mi joven adultez se convierta en un infierno de sentimientos reprimidos.

Pablo en una de sus cartas encontradas en la Biblia, habla desde la sencillez diciendo que Timoteo debía exhortar a esos jóvenes con el mismo amor fraternal y respeto que si estuviera hablando con Cristo. No con el dedo acusador, no con la vara que mide y juzga, no con ojos de juez, no con indiferencia, sino con el mismo elemento que ha predominado firmemente en el Evangelio del Señor, el amor. Ese amor puro que busca la corrección que sana y restaura, la corrección que abre paso al crecimiento, al perdón y a la madurez.

Me preocupan los jóvenes, porque como dije son pocos los que tienen esa palmada en la espalda que seguida de una mirada tierna le dice «podremos hacerlo juntos, no debes tenerlo todo controlado». Eso evitaría el exceso de jóvenes con falta de identidad, llenos de estrés y ansiedad que se ven obligados a primero no creer en Dios, y segundo buscar la llenura de su vacío en vicios, pasiones desordenadas, acciones nocivas, actos delictivos, y verse a ellos mismos desde los espejos de cientos de artistas que los hunden más en el desorden moral y mental. Además de mantener una doble vida entre sus creencias y la cultura, su vida de casa y su vida de iglesia.

Hay miles de jóvenes que no pueden creer en un Dios al que no ven cuando las personas a las que sí ven no muestran el mínimo afecto por ellos. Y aunque suene fuerte es completamente entendible en muchos casos, porque por desgracia nuestra fuente primaria de confianza es el hombre, y cuando esa figura que llamamos papá o mamá nos falla, se siente como si todo el mundo se te viniera encima. Del mismo modo, hay jóvenes que están completamente corrompidos porque lo que reciben en casa es símbolo de los antivalores que imperan en nuestra sociedad. ¿Cómo decirle entonces a un joven que no haga fuera de su casa lo que este ve diariamente en su hogar? Es incongruente y doble moral.

Los jóvenes necesitan empezar a ver la vida como los adultos que están próximos a ser, pero también necesitan saber que no son adultos todavía y que está bien no tener su vida resuelta o controlada a los quince años, porque tampoco ningún adulto la tuvo. Da pena ver la cantidad de personajes indiferentes y neutros en cuanto a la condición de estos chicos que muchas veces lo único que necesitan son unas pocas palabras de aliento y un poco de amor, acompañado de un buen abrazo.

Yo vengo de un sistema donde las luchas sexuales, la lucha de identidad, la depresión, la ansiedad y todo lo referente a las emociones no eran temas que se hablan en ningún contexto, porque todo eso no era importante. Pero también vengo de un sistema que no le daba importancia a ninguna de estas cosas en la casa, y todo era resuelto con frases poco empáticas, que más que hacer sentir bien al destinatario, hacían sentir bien y en conformidad a quienes las decían. Gracias a todo eso tenemos una sociedad llena de adultos frustrado y reprimidos, que han recurrido a todo tipo de actos para desligarse de dichas frustraciones.

Joven, adolescente que me lees, en cada una de esas luchas y tormentas tú no estás solo, hay alguien que pasó por eso y hoy puede decir que, aunque no fue fácil, Jesús fue su consuelo y soporte. Padre, madre, amigo que me lees, mira al pasado cada vez que intentes reprender a un joven y ponte en esos dolorosos zapatos, antes de profesar palabra, porque tú pasaste por ahí.

Lynn Marcelle es licenciada en Lengua y Literatura, maestra de secundaria. creadora del blog Cristiano “A corazón abierto”.

 

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