Tan importante es disponer de una maquinaria expedita para mitigar daños que la furia de la naturaleza causa como ocuparse institucionalmente en adelanto a los acontecimientos de la eliminación de debilidades estructurales que solo cobran actualidad cuando ocurre lo peor.
Los destrozos por fenómenos meteorológicos y sísmicos ineludibles son susceptibles de atenuación a través de prioridades en la inversión pública y con la aplicación de normas que obliguen a ciudadanos y al propio Gobierno a construir previsoramente. El levantamiento por el Estado de viviendas con su correspondiente saneamiento de entornos combate la pobreza extrema devenida de un acceso desigual al desarrollo en el país.
Pero las remediaciones a daños habitacionales y a los servicios públicos deberían incluir acciones más determinantes sobre factores que anteceden a desastres a falta de efectivos programas que rescaten familias de la marginación a que parece condenarlas la fragilidad y a ser blanco de los exabruptos del clima que va hacia más frecuentes comportamientos anormales.
La provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional están afectados por un agudo déficit de control de inundaciones sin alcantarillados de drenaje y sin la canalización con recubrimientos de hormigón que supriman los trayectos de inmundicias sólidas y líquidas de cañadas que amenazan y niegan calidad de vida a miles de familias en sus orillas. Con sentido previsor también debe aplicarse el código antisísmico. Hoy