Brasil no tuvo tiempo de recuperarse del debate televisado del domingo, en el que el presidente Jair Messias Bolsonaro y su contrincante Luiz Inácio Lula da Silva se dijeron de todo, que de inmediato entró en la penúltima semana de campaña a punta de pistola.
El lunes por la mañana el candidato a gobernador del estado de San Pablo, Tarcísio de Freitas, en plena campaña en Paraisópolis, una de las principales favelas paulistas, se encontró de repente en el medio de un tiroteo. Tarcísio, del Partido Republicano Brasileño (PRB) y ex ministro de Infraestructuras de Bolsonaro, resultó ileso, al igual que el grupo que le acompañaba, entre los que había periodistas y fotógrafos. El grupo asistía a la inauguración del primer campus universitario de la favela.
Esta penúltima semana de la campaña electoral comienza entonces con la violencia y no está claro lo que se espera en los próximos días. Los analistas han partido del debate para entender cómo se moverán los dos candidatos y cuáles son las incógnitas que quedan.
Lo cierto es que, a pesar de su epíteto de “país del futuro”, el Brasil contado hasta ahora por Lula y Bolsonaro es un país sólo del pasado, de lo que ha sido bajo sus gobiernos y no de lo que será en el próximo mandato presidencial, en el que las condiciones geopolíticas a nivel mundial son difíciles y muy diferentes a las de hace veinte años.
Sea suficiente decir que en el debate televisado los dos utilizaron apenas un 5% de su tiempo y de sus palabras para presentar a los brasileños propuestas concretas de su eventual y futuro gobierno. Además se trató de informaciones puntuales y no de la descripción de un plan gubernamental.
Al subsidio ‘Auxilio Brasil’ que Bolsonaro anunció que sería de por vida, Lula contrapuso la aprobación de la reforma tributaria por parte de la Cámara: “Proponemos una exención de hasta 5000 reales, cerca de 1000 dólares, en los impuestos para que los más pobres puedan tributar menos y los más ricos puedan tributar mas”, dijo.
También se mencionó el complicado tema del presupuesto secreto, es decir, un mecanismo legal pero turbio para transferir fondos del ejecutivo a los legisladores. Sin embargo, ninguno de los dos candidatos dejó claro qué pasaría en caso de victoria de uno o de otro.
También faltó cualquier referencia a un posible ministro de economía en un posible gobierno de Lula y para ambos faltó cualquier referencia a directrices estructurales. Bolsonaro tiene a su favor el hecho de ser un presidente en funciones cuya economía está bien comparado con las otras de la region, con el Fondo Monetario Internacional que elevó la proyección de crecimiento de Brasil a un 2,8% en 2022.
Pensar que los planes económicos puedan ser desvelados en estas dos semanas que quedan parece difícil. Lula en un evento en Sao Paulo parece ya jugar a la defensiva. “Haremos lo que ya hemos hecho una vez. Pero tendremos que tener paciencia porque Brasil es un país fallido”.