Tenía solo diecisiete años, pero la madurez necesaria para no perder el propósito que le había traído a Santo Domingo: trabajar.
Tras el recibimiento inicial por parte familiares y conocidos que ya residían en la capital dominicana y su instalación en la pensión Covadonga, Román Ramos Uría trabajó en una fábrica de medias e hizo de multitasking en un almacén.
El registro familiar indica que barría, despachaba mercancía, rotulaba, pesaba cajas y repartía surtidos por las tiendas de la capital. Esta es parte de una serie del periódico El Día.
«Todo este gran sarificio de Don Carlos Martí con trabajo constante hasta alcanzar lo que buscaba y trunfar» audaciasocial,com