El presidente Bolsonaro ha advertido la posibilidad de fraude e insinuado que impugnará los resultados si pierde. La élite política considera que no tiene respaldo para intentar aferrarse al poder.
Por Jack Nicas y André Spigariol, New York Times
Jack Nicas y André Spigariol hablaron con más de 35 jueces, generales, diplomáticos y funcionarios del gobierno para entender el riesgo de las elecciones en el país.
Una pregunta simple pero alarmante domina el discurso político en Brasil cuando faltan apenas seis semanas para las elecciones nacionales: ¿Aceptará el presidente Jair Bolsonaro los resultados?
Durante meses, Bolsonaro ha atacado a las máquinas de votación electrónica de Brasil diciendo que están plagadas de fraude —a pesar de que prácticamente no hay pruebas— y a los funcionarios electorales de Brasil por estar alineados contra él. Ha insinuado que disputaría cualquier derrota a menos que se realicen cambios en los procedimientos electorales. Ha alistado a los militares brasileños en su batalla. Y ha dicho a sus decenas de millones de seguidores que se preparen para luchar.
“Si es necesario”, dijo en un discurso reciente, “iremos a la guerra”.
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Con la votación del 2 de octubre, Brasil se sitúa ahora en la vanguardia de las crecientes amenazas globales a la democracia, impulsadas por líderes populistas, extremismo, electorados muy polarizados y desinformación en internet. La cuarta democracia más poblada del mundo se prepara para la posibilidad de que su presidente se niegue a dejar el poder por acusaciones de fraude que podrían ser difíciles de desmentir.
Sin embargo, según entrevistas con más de 35 funcionarios del gobierno de Bolsonaro, generales militares, jueces federales, autoridades electorales, miembros del Congreso y diplomáticos extranjeros, la élite del poder en Brasil se siente confiada de que, aunque Bolsonaro pudiera disputar los resultados de las elecciones, carece del apoyo institucional para dar un golpe de Estado exitoso.
El último golpe de Brasil, en 1964, condujo a una brutal dictadura militar que duró 21 años. “La clase media lo apoyó. Los empresarios lo apoyaron. La prensa lo apoyó. Y Estados Unidos lo apoyó”, dijo Luís Roberto Barroso, juez del Supremo Tribunal Federal y ex jefe de la autoridad electoral de Brasil. “Pues bien, ninguno de estos actores apoya un golpe ahora”.
En cambio, los funcionarios se preocupan por el daño duradero a las instituciones democráticas de Brasil —las encuestas muestran que una quinta parte del país ha perdido la fe en los sistemas electorales— y por la violencia en las calles. Las afirmaciones de fraude de Bolsonaro y su potencial negativa a aceptar una derrota se hacen eco de las de su aliado Donald Trump; los funcionarios brasileños mencionaron repetidamente el ataque del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos como un ejemplo de lo que podría suceder.
“¿Cómo tenemos algún control sobre esto?”, dijo Flávio Bolsonaro, senador e hijo de Bolsonaro, en una entrevista con el periódico brasileño Estadão en referencia a la violencia potencial. En Estados Unidos, dijo, “la gente estuvo al tanto de los problemas del sistema electoral, se indignó e hizo lo que hizo. No hubo orden del presidente Trump y no habrá orden del presidente Bolsonaro”.
Este mes, más de un millón de brasileños, entre los que se encuentran expresidentes, académicos de alto nivel, abogados y estrellas del pop, firmaron una carta en defensa de los sistemas de votación del país. Los principales grupos empresariales de Brasil también publicaron una carta similar.
El martes, en un acto al que acudieron casi todas las principales figuras políticas brasileñas, otro magistrado del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, asumió el cargo de nuevo jefe de elecciones del país y advirtió que castigaría los ataques al proceso electoral.
“La libertad de expresión no es libertad para destruir la democracia, para destruir las instituciones”, dijo. Su reacción, añadió, “será rápida, firme e implacable”.
La multitud se puso en pie y aplaudió. Bolsonaro se quedó sentado y frunció el ceño.
Bolsonaro, cuyos representantes declinaron las solicitudes de entrevista, ha dicho que está tratando de proteger la democracia de Brasil mediante el fortalecimiento de sus sistemas de votación.
Entre los funcionarios entrevistados, hubo un amplio desacuerdo sobre si al presidente derechista lo impulsaba una genuina preocupación por el fraude o simplemente el miedo a perder. Bolsonaro ha quedado constantemente por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista, en las encuestas de opinión; si nadie gana la mayoría de los votos el 2 de octubre, está prevista una segunda vuelta para el 30 de octubre.