Que Dios salve al Rey!

Vi con asombro, la espectacular despedida realizada en la escalinata frontal del Palacio de la Policía Nacional por el ministro de Interior y Policía, al director saliente, general Edward Sánchez, quien se hizo acompañar del alto mando del cuerpo del orden, entre los que se encontraban, según versiones, generales con ambición del mando, que promovieron su linchamiento, hasta conformarse con su derribo.

Ahora la lucha por el poder se hace más interesante, porque además de usar mecanismos de cabildeo dentro del Estado, se incluyen las armas mediáticas y acciones que justifiquen y le den tráfico a la corriente de opinión.

Confieso que, en la ceremonia de cambio de mando, esperaba que el ministro de interior, Jesús Vásquez Martínez, pediría perdón al país en nombre de la institución que preside y a los familiares de miles de dominicanos ultimados por la policía en los llamados “intercambio de disparos”.

Pero también, estimaba que iba a pedir perdón a los familiares y a la misma Policía Nacional, por la cantidad de miembros caídos en cumplimiento del deber debido a las ínfimas condiciones de seguridad que tuvieron para enfrentar la delincuencia hasta el punto de perder la vida.

De unos 37 mil agentes de policías, dos mil forman parte de DIGESETT, 10 mil son altos oficiales, 7 mil están cuidando funcionarios, instituciones públicas y negocios privados y un poco más de tres mil, realizan labores administrativas. A estos se le suman los que están en la Procuraduría, los que tienen licencia médica, los que se encuentran confinados en sus casas por el Covid-19 por razones de edad y los que están en proceso de pensión. De modo que aproximadamente 15 mil agentes policiales patrullan las calles para 11 millones de habitantes, 500 mil microempresas y 350 mil microempresas de servicios móviles.

La falta de patrullaje y protección policial, mantienen decididos a muchas personas y grupos, a responsabilizarse de su propia seguridad, aun a riesgo de involucrar a la comunidad en un mayor conflicto.

La ciudad es un escenario social, en que la violencia suele ser producto de una relación conflictiva y en donde las inequidades con sus particularidades secuelas de hacinamientos y falta de ingresos, reproducen diversas situaciones.

No me equivoco si interpreto que el presidente Luis Abinader, entiende que la inseguridad social producto de la inequidad y la pobreza, se enfrenta con orden y dándole calidad de vida a la gente.

Por ello, en lo relativo al plan que Abinader acaba de arrancar de Transformación y Profesionalización de la Policía Nacional, veremos sus sólidos resultados en unos 18 meses, mientras el descuido sociohistórico de poblaciones empobrecidas e instituciones latentes, se les están dando repuestas contundentes.

En el callejón casi sin salida del cuerpo del orden, cargamos con la herencia de una policía violenta, deficiente, con bajos salarios, con poca educación, viviendo en lugares marginados y queriendo salir a como dé lugar del suplicio de la pobreza.

De manera que, observando los intereses a lo interno de la policía, con generales sin cartera, agentes extremistas de la inseguridad ciudadana y mirando el buen historial de su nuevo director, general Eduardo Alberto Then, que ofreció en su discurso “tolerancia cero”, pero con pocos recursos, por el momento e inmensos o colosales problemas, me surgió únicamente mirar al cielo y exclamar: “Que Dios Salve al Rey”.

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