Continuidad o Continuismo

En los procesos electorales la crispación está presente en todos los actos, es por así decirlo, su naturaleza. Por esa razón, en la medida que se acerquen las elecciones del 2024, se escucharán voces contendientes, opuestas a la reelección presidencial y otras que favorecen la continuidad del gobierno del presidente Luis Abinader.

Comenzará a exponerse juicios con mayor ardor, sobre errores del gobierno y los peligros que significa el que los electores escojan nuevamente a un presidente que, debido a su alta popularidad, buscaría, como lo han hecho otros, modificar la Constitución para prolongar su mandato más allá de los dos años establecidos en la ley sustantiva. Pero, aunque en el juego de la política existen todas las posibilidades, el presidente Abinader ha manifestado su oposición al continuismo, atándose únicamente al mandato legal.

Podemos determinar que el asunto del continuismo y la continuidad son totalmente diferentes. Mientras que el continuismo es la tendencia social a permanecer o mantener indefinidamente una persona o cosa en una situación o estado, sin que se produzcan cambios significativos o ruptura; la continuidad es la circunstancia de suceder o hacerse algo que se está haciendo bien sin interrupción.

En política, el continuismo equivale a la detención arbitraria del poder, con o sin consulta electoral, por varios períodos presidenciales consecutivos. La experiencia indica que la prolongación de presidentes al frente del Estado, degenera en dictaduras o en un régimen de fuerza. Para bien o para mal, los continuistas, sobreviven en el tiempo o son expulsados por movimientos violentos.

Los presidentes que llegan al poder mediante votación mayoritaria, pero rápidamente se las arreglan para trampear normas, controlar los órganos electorales; comprar dirigentes, legisladores, partidos, jueces y fiscales, o usar fondos públicos para su reelección, se han convertido en una práctica frecuente en América Latina.

En la historia política, hay muchos casos de presidentes latinoamericanos que le han hecho culto al continuismo. El general Porfirio Diaz, presidente de México, estuvo 30 años en la presidencia (1884 y 1911. Rafael Leónidas Trujillo, ejerció el mando en el país (RD) durante más de 30 años (1930-1931). Fidel Castro Ruz estuvo 49 años en el poder en Cuba (1959-2008); Getulio Vargas, Brasil 1930–1945; Augusto Pinochet Ugarte gobernó por 17 años Chile. Hugo Chávez Frías- por 14 años en Venezuela (1999-2013) y Daniel Ortega, tiene más de 19 años en la presidencia de Nicaragua. Joaquín Balaguer, por su parte, fue presidente dominicano en los períodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996. Y como fenómeno del poder, los gobernantes continuistas de América Latina, sumado a los anteriores señalados, como Somoza (Nicaragua) Perón (Argentina) Stroessner (Paraguay) o Torrijos (Panamá) fueron militares, menos Balaguer.

El problema del continuismo está en el abuso de poder y la eliminación de los contrapesos. Esa tendencia es impulsada por la corrupción. Si los gobernantes se enriquecen con dinero público entonces van a querer seguir en el poder por encima de todo, impidiendo la alternabilidad. Contrario al continuismo, la continuidad equivale al mantenimiento de una labor de gobierno, para que pueda culminar de manera exitosa.

En el país cada vez más la gente está de acuerdo con los líderes honestos y crece el apoyo a la transparencia. Todo indica que estamos cambiando, llegando al punto de colocar como impensable el continuismo, debido a que nuestras instituciones como la justicia y la administración pública se están fortaleciendo, en tanto que la población tiene mayor capacidad de movilización, opinión e información.

La continuidad permite terminar proyectos en marcha y dar la oportunidad a los votantes de premiar a un buen gobierno. Esta puede tener costos, pero serán siempre menores que los de tener presidentes que gobiernan para prolongar su estadía en el poder.

Es razonable la decisión del mandatario dominicano de evaluar, en estas circunstancias calamitosas y difíciles, el tema de su reelección prolongando su decisión dentro de un año o algo más. Lo acertado es que siga con su trabajo intenso, mejorando la salud, recuperando la economía, creando empleos, aumentando el ingreso, manejando la embestida de la inflación externa e impulsando el crecimiento con inversión, energía, turismo y producción, para darle mayor calidad de vida a los dominicanos.

La señal de la realidad, sin embargo, no depende de nuestro deseo o voluntad. Existe ya un posicionamiento social en el sentido de que el mandatario maneja la administración pública con idoneidad. Entonces, serán cosas de días, cuando grupos sociales, ciudadanos, intelectuales, dirigentes y partidos, basados en satisfacciones, intereses, emociones o compromisos, acuerden o no y comiencen a clamar por la continuidad de la obra de gobierno del presidente Abinader, más allá del 2024, arrastrando a grandes segmentos de electores.

El presidente Abinader sabe que no puede decidir el tiempo de su propio destino, porque ya está escrito.

Por: EDDY PEREYRA ARIZA

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